Tu metabolismo ya no es el mismo (y está bien que así sea)
A partir de los 30, el metabolismo comienza a desacelerarse de forma natural. Esto significa que el cuerpo quema menos calorías en reposo, y lo hace más lentamente. Uno de los motivos principales es la pérdida progresiva de masa muscular, un tejido metabólicamente activo que consume energía incluso mientras dormís.
Un estudio publicado en Current Opinion in Clinical Nutrition and Metabolic Care señala que esta reducción puede llegar al 1-2% por década, y aunque parezca poco, impacta con el tiempo si no se ajustan los hábitos.
Las hormonas también juegan su papel
En las mujeres, los cambios hormonales ligados al ciclo menstrual, el embarazo y la premenopausia afectan directamente al apetito, el almacenamiento de grasa y los niveles de energía. En los hombres, los niveles de testosterona pueden disminuir, lo que influye en la masa muscular y la motivación para entrenar.
Estos cambios no impiden adelgazar, pero sí exigen un enfoque más estratégico y personalizado.
Más responsabilidades, menos tiempo (y más estrés)
La vida adulta viene con trabajo, familia, rutinas apretadas y muchas veces, poca energía para entrenar o cocinar. El estrés también es un factor clave: aumenta el cortisol, una hormona relacionada con el almacenamiento de grasa abdominal y el deseo de alimentos ricos en azúcares y grasas.
Investigaciones como la publicada en Psychosomatic Medicine confirman que el estrés crónico no solo afecta el apetito, sino que también altera la forma en que el cuerpo utiliza la energía.
¿Qué podés hacer para revertirlo?
No se trata de hacer dietas extremas, sino de aplicar ajustes sostenibles:
- Priorizá las proteínas: ayudan a mantener la masa muscular y generan más saciedad. Combiná fuentes animales y vegetales.
- Entrená fuerza: no es solo cardio. Levantar pesas o hacer ejercicios con el peso corporal es clave para conservar y recuperar masa muscular.
- Dormí bien: el sueño regula las hormonas del apetito. Dormir menos de 6 horas puede sabotear tus esfuerzos sin que lo notes.
- Planificá tus comidas: cocinar más en casa, evitar el picoteo emocional y elegir porciones adecuadas puede marcar la diferencia.
- Movete más en el día a día: caminá, subí escaleras, evitá estar mucho tiempo sentado. Todo suma.
Conclusión: tu cuerpo cambió, pero tu meta sigue siendo posible
Bajar de peso después de los 30 no es imposible, pero sí distinto. Necesitás más conciencia, más planificación y una mirada integral que tenga en cuenta tu biología, tu contexto y tus emociones.
La buena noticia es que, al entender estos cambios, podés adaptar tu enfoque y lograr resultados reales, sin castigos ni soluciones mágicas. Porque no se trata solo de perder kilos, sino de ganar salud, energía y bienestar a largo plazo.