Comer sano no siempre es comer menos Una de las creencias más comunes es que comer alimentos saludables automáticamente lleva a bajar de peso. Pero eso no siempre es así. Lo que realmente determina si bajas o no de peso es el balance calórico, es decir, si consumes más o menos energía de la que tu cuerpo gasta. Un estudio publicado en el New England Journal of Medicine, liderado por Kevin Hall, explica que incluso en dietas bien diseñadas, la clave es lograr y mantener un déficit calórico. Y muchos alimentos que consideramos "sanos" (como frutos secos, aceite de oliva o pan integral) pueden tener un contenido calórico alto si se consumen en grandes cantidades.
El cuerpo se adapta: el temido "modo ahorro" Nuestro cuerpo está diseñado para sobrevivir, no para adelgazar. Cuando detecta una baja sostenida de calorías, responde ralentizando el metabolismo, un proceso conocido como adaptación metabólica.
Este fenómeno fue ampliamente estudiado en personas que participaron del reality The Biggest Loser. Investigadores del National Institutes of Health descubrieron que, incluso seis años después de perder peso, muchos participantes mantenían un metabolismo más lento de lo esperado (Fothergill et al., 2016). Además, una revisión sistemática publicada en Obesity Reviews confirma que el gasto energético en reposo puede disminuir significativamente durante dietas prolongadas.
El estrés, el sueño y las emociones también influyen (y mucho) A veces, el problema no es lo que comes, sino cómo lo vivís. Dormir mal, estar estresado o usar la comida como refugio emocional puede interferir seriamente con tu capacidad de controlar el peso.
Según un estudio publicado en el Annals of Internal Medicine, dormir menos de cinco horas altera las hormonas del apetito: aumenta la grelina (que da hambre) y reduce la leptina (que da saciedad). Además, el estrés crónico eleva el cortisol, una hormona asociada al aumento de grasa abdominal y al deseo de alimentos calóricos, como detallaron en un trabajo de la Universidad de California publicado en Physiology & Behavior.
El ambiente en que vivimos favorece el exceso (y no es tu culpa) No hay que subestimar el entorno. Comida ultraprocesada en cada esquina, delivery 24/7, publicidad tentadora y horarios de trabajo que dificultan cocinar o moverse... Vivimos en lo que los expertos llaman un entorno obesogénico.
En un artículo publicado en The Lancet, el investigador Boyd Swinburn explica cómo factores estructurales —como la urbanización, la globalización y el marketing agresivo— contribuyen al aumento de la obesidad en todo el mundo. Incluso cuando tomamos "buenas decisiones", estamos luchando contra un sistema que nos empuja en la dirección contraria.
Conclusión: no te culpes, pero sí infórmate Si sentís que estás haciendo todo bien y no ves resultados, no significa que hayas fallado. Significa que la pérdida de peso es un proceso complejo, donde influyen no solo las calorías, sino también el metabolismo, el entorno, las emociones y la biología.
La buena noticia es que cuanto más entiendes cómo funciona tu cuerpo, más herramientas tenés para lograr tus objetivos de forma saludable y sostenible.